El uso de tecnologías digitales y de comunicación promueve la mejora en la calidad de vida de los habitantes de las ciudades, optimizando los recursos e impulsando la sostenibilidad.
Las smart cities o ciudades inteligentes se encuentran entre los desafíos más interesantes e inclusivos de nuestros tiempos. Apelan al uso de la más alta tecnología, pero también al civismo de quienes habitan estas áreas urbanas. Son un fiel reflejo del avance tecnológico, de la competencia profesional de quienes la gestionan y de la buena disposición de sus habitantes para la convivencia y la consecución del bien común.
Los recursos tecnológicos son muchos. Para empezar, dispositivos interconectados que recogen y comparten información en tiempo real para mejorar la gestión de múltiples servicios: transporte público, energía, infraestructuras avanzadas de telecomunicaciones, agua, desagüe, medición de los niveles de polución, adecuado manejo de desperdicios, capacidad de respuesta ante fenómenos climáticos, entre otros. Todo importa.
Hoy, el mundo nos ofrece una serie de ejemplos valiosos de lo que es posible realizar y experimentar en las ciudades inteligentes. En Barcelona se implementó una red de sensores que gestiona tanto el tráfico como la calidad del aire y el uso de la energía. Singapur utiliza tecnología avanzada para gestionar el transporte público, así como poner en marcha proyectos de viviendas inteligentes. Copenhague apuesta por la sostenibilidad con iniciativas que reducen la emisión de carbono y promueven el uso masivo de bicicletas.
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